Actualmente, vivimos en una sociedad de urgencias constantes, exigencias permanentes y poco descanso. Las jornadas interminables, la sobreexposición digital, la falta de sueño y los hábitos alimentarios poco equilibrados han convertido el estrés en una especie de pandemia silenciosa. Aunque aprendemos a convivir con él, los efectos del estrés no pasan desapercibidos para nuestro cuerpo, y en especial, para nuestra piel. El rostro, como espejo del alma y también del estado hormonal, puede delatar más de lo que imaginamos. Uno de los signos más visibles de un desajuste hormonal por estrés sostenido es lo que ya muchos conocen como la ‘cara de cortisol’.
“El término ‘cara de cortisol’ se ha popularizado para describir una serie de cambios visibles en el rostro que están relacionados con niveles elevados y sostenidos de cortisol, la hormona del estrés”, explica para Estetic.es la Dra. Susan Judas, médico especializada en medicina evolutiva y nutrición en la Clínica Tufet de Barcelona. Aunque no es un diagnóstico médico formal, se relaciona estrechamente con desequilibrios hormonales, ya sea por estrés crónico o por el uso prolongado de corticoides. La Dra. Judas señala que “esta condición suele manifestarse con una acumulación de grasa en la zona facial, dando lugar a lo que se conoce como ‘cara de luna llena’”. Otros síntomas incluyen piel más fina, enrojecimiento, aparición de acné, facilidad para desarrollar hematomas y, en muchos casos, hinchazón facial o edema.
"El término ‘cara de cortisol’ se ha popularizado para describir una serie de cambios visibles en el rostro que están relacionados con niveles elevados y sostenidos de cortisol"
Este patrón se observa habitualmente en el síndrome de Cushing, pero puede aparecer en personas sanas sometidas a una tensión emocional y física constante. Si no se han tomado corticoides durante largos periodos, las causas principales suelen estar en “el estrés crónico, el dormir mal de forma habitual, el sedentarismo o, al otro extremo, el exceso de ejercicio intenso sin descanso suficiente, el abuso de cafeína o una alimentación desequilibrada rica en ultraprocesados”, añade la experta. El mecanismo biológico detrás de este fenómeno está mediado por el eje HHA (hipotálamo-hipófiso-adrenal), que permanece hiperactivado bajo estrés constante, elevando continuamente los niveles de cortisol. Esto afecta al metabolismo, fomenta la acumulación de grasa en el rostro, abdomen y espalda, y altera la calidad de la piel.
¿CÓMO AFECTA EL CORTISOL A LA PIEL?
“El cortisol, aunque esencial para la supervivencia, puede convertirse en un enemigo cuando se mantiene en niveles elevados durante mucho tiempo”, afirma la Dra. Judas. Esta hormona influye en múltiples funciones del organismo, pero en la piel puede tener efectos particularmente visibles: “debilita la producción de colágeno, lo que hace que la piel se vuelva más delgada y pierda capacidad de recuperación. También aumenta la secreción de sebo, favoreciendo el acné, y deteriora la función barrera de la piel, volviéndola más irritable y sensible”. Además, el exceso de cortisol reduce la capacidad de cicatrización, algo relevante tanto para personas con patologías dérmicas como para aquellas que se someten a procedimientos estéticos o quirúrgicos.
¿TIENE SOLUCIÓN?
La buena noticia es que sí. La Dra. Judas enfatiza que el primer paso es tratar las causas subyacentes. “El manejo del estrés, la mejora del sueño, el ejercicio adecuado y una alimentación balanceada pueden tener un impacto directo no sólo en los niveles de cortisol, sino en la salud de la piel en general”. Entre sus recomendaciones para reducir los niveles de cortisol destacan:
- Dormir entre 7 y 9 horas diarias, idealmente en horarios regulares.
- Practicar ejercicio físico de forma moderada, combinando cardio y fuerza.
- Integrar técnicas de relajación como yoga, respiración consciente o meditación.
- Seguir una dieta rica en vegetales, grasas saludables y antioxidantes, evitando azúcares refinados y procesados.
- Limitar el consumo de cafeína y alcohol.
- Considerar la ayuda de un terapeuta si el estrés emocional es profundo.
- Explorar el uso de adaptógenos naturales como la ashwagandha, el reishi o la rodiola, siempre bajo supervisión profesional.
Aunque el origen de la ‘cara de cortisol’ es hormonal, los tratamientos tópicos también juegan un rol clave. “Usar limpiadores suaves que no dañen la barrera cutánea, hidratantes que refuercen la piel y antioxidantes como la vitamina C o la niacinamida son pasos fundamentales”, explica la doctora. Asimismo, no puede olvidarse la protección solar diaria. “El sol degrada el colágeno y obstaculiza su producción. También se pueden usar activos como los retinoides para estimularlo, y complementar con tratamientos médico-estéticos como los inductores de colágeno o láser”.
“Usar limpiadores suaves que no dañen la barrera cutánea, hidratantes que refuercen la piel y antioxidantes como la vitamina C o la niacinamida son pasos fundamentales”
ENFOQUE INTEGRAL PARA UN PROBLEMA MULTIFACTORIAL
Abordar la ‘cara de cortisol’ requiere una mirada integradora. Tal como subraya la Dra. Judas, lo ideal es un enfoque multidisciplinar que incluya:
- Diagnóstico médico para descartar patologías como el síndrome de Cushing.
- Cambios en el estilo de vida.
- Suplementación adaptada a cada persona.
- Tratamientos estéticos como drenaje linfático, radiofrecuencia o bioestimuladores dérmicos.
- Apoyo psicológico si el detonante principal es emocional.
La ‘cara de cortisol’ es más que una preocupación estética: es una señal de alerta que el cuerpo emite cuando vive en un estado constante de alarma. Prestar atención a estas señales, buscar un equilibrio y priorizar el bienestar integral no solo mejora nuestra apariencia, sino también nuestra salud a largo plazo.
*Los contenidos de ConSalud están elaborados por periodistas especializados en salud y avalados por un comité de expertos de primer nivel. No obstante, recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.