La farmacéutica estadounidense Pfizer ha cerrado el mes de abril con una caída bursátil acumulada del 3,67% en la bolsa, una cifra que pone de manifiesto la presión vendedora que arrastra la compañía tras los reajustes de cartera post-Covid. El valor de sus acciones pasó de los 25,29 dólares (24,12 euros) con los que abrió el mes hasta los 24,41 dólares (23,98 euros) registrados al cierre del día 30 de abril, consolidando así una tendencia bajista que, pese a algunos rebotes puntuales, no ha logrado revertirse.
Durante abril, la acción osciló entre un máximo de 25,34 dólares (22,38 euros), alcanzado el día 3, y un mínimo de 20,92 dólares (18,48 euros) registrado el día 8, evidenciando una volatilidad creciente que ha impedido cualquier intento serio de consolidación. Los descensos más destacados se produjeron el 4 de abril (-5,43%), el 8 de abril (-3,49%) y el 10 de abril (-4,00%), mientras que los únicos repuntes reseñables fueron el del 9 de abril (+2,98%) y el del 29 de abril (+3,21%).
El volumen total negociado superó los 1.220 millones de acciones a lo largo del mes, con picos de actividad como los 98,5 millones de títulos intercambiados el 29 de abril y los 95,9 millones del 9 de abril, lo que refleja la alta sensibilidad del mercado ante cualquier noticia relacionada con la farmacéutica. La incapacidad de la acción para recuperarse durante todo el mes refuerza la percepción de debilidad que pesa sobre Pfizer en esta nueva etapa de menor dependencia de los ingresos por vacunas.
Pfizer afronta el comienzo del segundo trimestre bajo una intensa presión derivada de factores reputacionales, legales y estratégicos que han erosionado la confianza de inversores y analistas. Tras cerrar abril con una caída bursátil acumulada del 3,67 %, los títulos de la compañía han quedado muy por debajo de lo habitual, en un contexto en el que el mercado exige explicaciones más contundentes sobre su futuro post-covid.
Entre las razones de este comportamiento negativo sobresalen los nuevos cuestionamientos sanitarios suscitados por su vacuna contra la Covid-19. Recientemente, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) incluyó en su seguimiento señales de parálisis facial periférica como posible efecto adverso, una complicación poco frecuente pero de alto impacto reputacional, y abrió la investigación de casos de síndrome inflamatorio multisistémico tras la vacunación, alarmas que han avivado el debate sobre la seguridad a largo plazo de las vacunas de ARNm.
Además, la compañía reconoció que sus ensayos iniciales no evaluaron la seguridad de la vacuna en mujeres embarazadas durante las primeras semanas de gestación, lo que reabrió el cuestionamiento sobre sus protocolos de transparencia y cumplimiento en poblaciones vulnerables.
La agenda legal de Pfizer tampoco ha quedado al margen de las turbulencias. El conflicto de patentes con Moderna, que se remonta a demandas cruzadas iniciadas en 2022, ha tomado un giro ambivalente: en EE.UU., el Patent Trial and Appeal Board falló recientemente a favor de Pfizer anulando dos patentes clave de Moderna sobre tecnología de ARNm, mientras que un tribunal alemán dictaminó que Comirnaty infringió otra patente europea de Moderna, con una posible indemnización millonaria aún por determinar.
En el plano estratégico, la venta de su participación en la filial de salud de consumo Haleon marcó otro capítulo de incertidumbre. En marzo, Pfizer desinvirtió totalmente, alrededor de 662 millones de acciones, en una operación valorada en 3.240 millones de dólares (2.861,96 millones de euros) que puso fin a su exposición en marcas como Sensodyne o Panadol, generando dudas sobre el uso de esa liquidez y su apuesta por el crecimiento externo.
Al mismo tiempo, el grupo sorprendió al anunciar la cancelación definitiva del desarrollo de su píldora de pérdida de peso danuglipron, tras detectarse un posible daño hepático en un voluntario de los ensayos, abandonando así una de sus esperanzas más ambiciosas para competir en el lucrativo mercado de fármacos contra la obesidad.
Por último, los escándalos de cumplimiento salpican también sus cuentas: Pfizer acordó pagar 59,7 millones de dólares (52,73 millones de euros) para resolver acusaciones de sobornos en la promoción del medicamento para la migraña Nurtec ODT, una controversia heredada de la empresa Biohaven que adquirió en 2022 y que ha reforzado la percepción de riesgo regulatorio.
En conjunto, la conjunción de incertidumbres en materia de seguridad, litigios prolongados, desinversiones inesperadas y sanciones regulatorias conforma un cóctel de riesgos que ha llevado a Pfizer a una encrucijada. La compañía deberá demostrar en los próximos meses la solidez de sus resultados financieros y articular una narrativa estratégica creíble para recuperar la confianza de un mercado que, por ahora, se muestra escéptico ante su capacidad de renovar su impulso de crecimiento.
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